Como todos los años comienza de nuevo el curso escolar, el año agrícola y la liga de fútbol.
Después de un verano que hemos disfrutado, gracias a la Olimpiada de Pekin (obviando temas como el capitalismo proletario o la cuestión tibetana), de deportes tan minoritarios en nuestro país como el baloncesto , el balonmano , el piraguismo o el hockey sobre hierba, volvemos al machaque futbolero de nuevo. La gente, o una gran parte de ella, se va dedicar de lleno y encantados a los fichajes, el marca, la quiniela, los árbitros... en este año de crísis.
Y que mejor que este mareo futbolero para que la gente se olvide de la crisis y no se preocupe de cosas de más calado .
Una de las cuestiones claves tras el descalabro ecónomico es el festival del ladrillo que nos han tenido inmersos en la última década.
Y es curioso ver como la mayoría de los presidentes de equipo de fútbol están intimamente relacionados con inmobiliarias y constructoras, metidos hasta el cuello en la mafia de lavado de dinero y en la especulación directa con terrenos de campos de fútbol (muy interesante este artículo del revista Geocrítica).
A lo mejor una buena idea sería cambiar balones por ladrillos.
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